Si Henri Miller tiene razón, y
“la música es el abrelatas del alma”, nuestras preferencias musicales deberían
tener alguna vinculación directa con nuestros sentimientos, emociones y
pensamientos… deberían ser el más fiel reflejo de lo que somos (o de lo que nos
gustaría ser), lo que - de ser así - supondría un “dime qué música escuchas… y
te diré cuán bella es tu alma”. Consciente de ello, la mayor parte del tiempo
escucho música que evoque - al menos en mí - pensamientos y emociones
positivas, es decir, canciones que me inspiren e impulsen a ser una mejor
persona, porque para para mí… la música es mucho más que un entretenimiento
banal, y es que la música ha demostrado tener la capacidad innata de transmitir
amor, esperanza, alegría e idealismo, pero también odio, desaliento, depresión
y cinismo; de allí la relevancia de ser selectivos con la música que consumimos.
Espero que mis palabras no le
hagan sentirse aludido, ya que no pretendo erigirme como una autoridad en
gustos musicales… al contrario, pienso que cada quien es libre de componer,
tocar, cantar, escuchar o bailar la MÚSICA - o “música” - que quiera… yo sólo
soy un melómano incurable que se limita a compartir sus modestas impresiones
con la gente que aprecia, así que si usted está leyendo estas líneas… es
precisamente porque goza de mi aprecio. Aclarado el asunto, en lo sucesivo
procederé a fijar una postura crítica, con respecto a tendencias actuales como
el trap, el reguetón y cualquier otra expresión urbana afín, géneros que - SUPUESTAMENTE
- derivan del reggae (música consciente y reflexiva) y el rap (música rebelde y
contestataria)… linaje que yo descartaría de entrada, basándome en lo antagónico
de sus “filosofías”.
A riesgo de parecerle mojigato… en
lugar de “vacilarme” esas cancioncitas malandras que denigran de la mujer, y
por ende de la dignidad humana (porque todos nacimos de una mujer), prefiero reivindicar
las nobles obras de aquellos bardos que han tenido la entereza de ofrendar -
melódicamente - poesías decorosas a esa hermosa criatura llamada mujer… divinidad
que - según las sagradas escrituras (Génesis 2, 21-24) - Dios creó de una
costilla del hombre, para darle sentido a la vida del hombre; es por ello que
la vida del hombre, gira en torno a la mujer.
Lamentablemente, nuestra cínica sociedad
nos impuso una cultura machista donde sólo es considerada digna de respeto aquella
mujer que llega virgen al matrimonio… pensamiento que no solo es retrógrado…
sino totalmente descabellado, porque no es la virginidad - o la falta de ella -
lo que determina el respecto que debe mostrársele a una dama. Si lo vemos en
frío, hoy por hoy, la virginidad no es necesariamente un signo de pureza… dado
que en ocasiones es más un signo de oportunismo que otra cosa, pues existen
plataformas digitales dónde féminas ambiciosas ofertan públicamente su
virginidad al mejor postor, mientras que otras (las más reservadas) prefieren
hacerlo de forma más discreta; no estoy juzgando a nadie, es sólo un dato concreto
que les doy.
Afortunadamente no soy el único
que piensa así, ya que - lejos de “hacer leña del árbol caído”, como hacen los
patanes del “perreo” - el maestro Porfi Baloa compuso (letra, música y
arreglos) una excelsa joya musical titulada “Virgen”, a la cual le imprimió todo
el talento, calidad humana y caballerosidad que le caracterizan, y es que dicha
canción aborda la pérdida de la virginidad desde una perspectiva muy distinta a
la habitual, con una altura y sensibilidad verdaderamente loable. Sin duda
alguna, lo que hizo el genio de salsa (Porfi Baloa) en ese admirable tema, es un
gesto que debería ser emulado por todo aquel que se precie de un ser un artista,
sencillamente porque el “arte” sólo debería ser considerado ARTE (sin comillas
y con todas sus letras en mayúsculas)… cuando apela a la sensibilidad humana, y
no al instinto perruno.
En cuanto a la pregunta que titula
a este escrito (¿por qué soy melómano?), mi respuesta sería que soy melómano
porque me apasiona la música, es por ello que me duele tanto cuando su mágica
esencia es profanada por insensatos que no la valoran… en virtud de ello, no puedo
hacer menos que fijar una clara y decidida posición al respecto, porque con
ello reivindico a todos artistas que realmente viven y sienten lo que hacen.
Finalmente… mi llamado es a que
rescatemos nuestra cultura popular, consumiendo y produciendo música que sea
realmente nutritiva… y la mejor forma de hacerlo es siendo selectivos a la hora
de escuchar música. No permitamos que los medios de comunicación nos impongan
su venenosa dictadura musical, en lugar de ello… tomemos el control de lo que
escuchamos.
Qué viva la música bonita, esa
que enamora, da esperanzas, evoca recuerdos, sacude conciencias, enaltece
nuestra idiosincrasia (folclor), alaba a Dios, educa, denuncia injusticias, nos
hace reír, nos conmueve, nos inspira (…)
en fin, esa que se contrapone a las abominaciones sonoras que tanto desvirtúan
la razón de ser de la verdadera música.
Me despido con el tema “Virgen”
(video adjunto) del maestro Porfirio Baloa, para que juzguen por ustedes mismos,
si vale la pena - o no - decantarse por canciones que cultiven el alma!!
Atentamente… Joan Karlo Díaz
(Melómano incurable que eventualmente compone y descompone canciones)
PD: Este artículo constituye mí regreso
formal a la escena musical, como baterista de una banda que armé recientemente con
dos panas que comparten mi amor por la buena música. Próximamente, les estaré
hablando de la propuesta filosófica-musical que traerá esta novel agrupación
falconiana, cuyo nombre… aún está en discusión!!
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